lunes, 21 de septiembre de 2009

Rufino escribió una historia de triunfos

Por La Prensa (Bolivia) - Los Tiempos - 19/09/2009
El Mundial de Finlandia (28 de julio al 8 de agosto) para atletas masters fue la última competencia de su vida. Se fue Rufino Chávez Condori, notable fondista, un verdadero especialista en ascenso. En las bajadas podían darle pelea, en las subidas, les pasaba a todos. Falleció ayer, a los 62 años de edad. No pudo recuperarse de un mal que golpeó uno de sus pulmones a consecuencia de una arteria rota.
En 1975 ganó su primera prueba. Fue en El Alto, la ciudad que quiso más, donde se animó a participar en una carrera de antorchas. Al cruzar la meta en primer lugar no lo podía creer. A partir de ahí comenzó a dedicarse a las pruebas de fondo y semifondo, cada vez con mejores resultados. A sus 30 años —dos después de haberse iniciado en el amateurismo— integró la selección boliviana de atletismo que participó en los Juegos Bolivarianos de 1977 en La Paz.
Los trofeos y medallas que ganó en sus más de 30 años dedicado al atletismo abarrotan su vivienda en Achica Arriba (provincia Ingavi), donde vivió toda su vida y donde su cuerpo será sepultado hoy.
Paseó por todas las ciudades del país. Fue la estrella en innumerables pruebas y campeonatos nacionales. Campeón nacional varias veces en las de fondo. En la Navidad de 1983 (25 de diciembre) logró el récord nacional de la maratón (dos horas, 28 minutos y 33 segundos), en Tarija.
Cuando le tocó decir adiós a la máxima categoría, la de mayores, en vez de marcharse a sus cuarteles siguió en escena esta vez en masters. El atletismo se había convertido en su pasión. Parecía que para él los años no pasaban en vano, y fue cuando más hizo brillar su nombre y el de Bolivia a nivel internacional. El mundo lo conoció por sus participaciones en cuanta prueba se presentaba y por sus victorias. Hasta no hace mucho fue triple campeón sudamericano de su categoría y poseedor de un record del continente.
Cada que volvía del exterior lo hacía con una medalla colgada en su pecho. Era un premio a su sacrificada preparación, que a diario la iniciaba cuando todos en su pueblo todavía dormían.

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